Este dato poco alentador, cuatro décimas por debajo del 5,6% de crecimiento que apuntaban las previsiones, llega a tan sólo dos meses de las elecciones presidenciales de julio.
Asimismo, el clima político y, sobre todo económico, se ve enrarecido por el constante aumento del coste de la vida y unos salarios que siguen siendo desproporcionadamente bajos.
En los últimos años, la mayor economía del Sudeste Asiático ha gozado de una cierta estabilidad pero las agresivas subidas de tipos decretadas por el banco central han moderado el crecimiento del PIB.
Con todo, muchos analistas señalan la ley de prohibición de exportación de minerales raros, aprobada en enero, como una de las causas más evidentes de la pérdida de inversión extranjera, uno motor habitual del crecimiento indonesio.
Ante la ralentización de la expansión de la economía, Yakarta ha levantado recientemente las restricciones existentes en materia de inversión extranjera en sectores como el farmacéutico o la generación de energía eléctrica.
Con todo, los inversores extranjeros continúan temiendo que las políticas nacionalistas de Yakarta para proteger sectores que considera estratégicos suponen un riesgo.