China enfrenta su crecimiento más lento en un año en medio de la crisis inmobiliaria y la débil demanda interna

La economía china creció un 4,8 por ciento interanual entre julio y septiembre, según los datos oficiales difundidos este lunes. Aunque la cifra confirma que el país sigue expandiéndose, representa el ritmo más bajo en un año y queda por debajo del ambicioso objetivo del cinco por ciento que Pekín había fijado para 2025. El freno obedece, principalmente, a la prolongada crisis del sector inmobiliario y al estancamiento del consumo interno, factores que siguen presionando a la segunda mayor economía del mundo.

El crecimiento trimestral marca una desaceleración respecto al 5,2 por ciento registrado en el periodo anterior. Si se compara con los tres meses previos, la economía avanzó apenas un 1,1 por ciento, lo que refuerza la percepción de que las medidas de estímulo impulsadas por el gobierno no han logrado revitalizar del todo la actividad. En los primeros nueve meses del año, el crecimiento promedio se mantuvo en 5,2 por ciento.

La publicación del dato coincidió con el inicio de la cuarta sesión plenaria del Comité Central del Partido Comunista, una reunión clave en la que se debatirá el próximo plan quinquenal de desarrollo hasta 2030. En su informe, la Oficina Nacional de Estadísticas destacó que la economía mantiene una “tendencia estable con progresos de calidad”, aunque reconoció los riesgos derivados de un entorno internacional incierto y de las tensiones comerciales persistentes.

Las relaciones con Estados Unidos atravesaron una breve tregua después del acuerdo alcanzado en mayo para suspender temporalmente los aranceles recíprocos. Sin embargo, el clima volvió a tensarse luego de que el presidente Donald Trump amenazara con imponer tarifas del cien por ciento a los productos chinos si Pekín no retira las restricciones a la exportación de minerales estratégicos.

En el frente interno, el gobierno chino ha intentado impulsar el consumo a través de programas de renovación de bienes de uso cotidiano, como electrodomésticos, automóviles y teléfonos móviles. No obstante, el efecto de esas iniciativas se ha diluido por la falta de ingresos disponibles entre los hogares y la desconfianza de los consumidores ante el futuro económico. Entre enero y septiembre, las ventas minoristas crecieron apenas 4,5 por ciento, mientras que la inversión en activos fijos, sin contar las zonas rurales, cayó 0,5 por ciento.

El derrumbe del mercado inmobiliario sigue siendo el principal foco de preocupación. La inversión en el sector se redujo casi catorce por ciento, un descenso más pronunciado que en la primera mitad del año. La crisis ha dejado a varias promotoras al borde del colapso y continúa afectando la confianza del sistema financiero.

A pesar de ese panorama, algunos sectores mantienen un desempeño positivo. La producción industrial aumentó 6,2 por ciento, confirmando el papel de China como “fábrica del mundo”, mientras que las exportaciones crecieron más de siete puntos, compensando en parte la caída de las importaciones.

El Fondo Monetario Internacional decidió mantener su previsión de crecimiento para China en 4,8 por ciento, destacando la capacidad del país para amortiguar el impacto de los aranceles estadounidenses mediante un tipo de cambio más débil, la diversificación de sus exportaciones y un mayor gasto público. Sin embargo, la ausencia de una conferencia de prensa tras la publicación de los datos —una práctica habitual— generó especulaciones sobre el tono del debate interno en el Partido Comunista, que intenta equilibrar el control político con la necesidad urgente de reactivar la economía.

 

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