El pasado domingo 4 de mayo, el Parque Ameghino de Luján se transformó en un verdadero corredor cultural entre Oriente y Occidente con la segunda edición de “China en Luján”, un evento que reunió a miles de personas alrededor de las tradiciones, la música, la gastronomía y las artes marciales chinas. No fue solo un festival, sino una muestra de diplomacia cultural en estado puro, con fuerte apoyo institucional por parte del Municipio de Luján y la Embajada de la República Popular China.
Desde las 10 de la mañana y hasta entrada la tarde, los visitantes pudieron recorrer una feria con puestos de gastronomía típica —donde no faltaron los baos, dumplings y té de jazmín—, regalería oriental, demostraciones de Tai Chi, y un repertorio de danzas y espectáculos tradicionales que transportaron al público directamente al corazón de Asia.
Uno de los momentos más celebrados fue la Danza del Dragón y el León, ejecutada con maestría por artistas del Club Argentino de Wushu y la Federación Argentina de Wushu, instituciones que vienen trabajando desde hace años en la difusión de las artes marciales y la cultura china en el país.

Más que folclore: un gesto de integración cultural
En un acto inaugural que combinó discursos y simbolismo, el embajador chino Wang Wei y autoridades locales remarcaron el valor de este tipo de celebraciones en un mundo que pide más puentes y menos muros. “Estos encuentros permiten estrechar lazos y conocer al otro en su complejidad y belleza cultural”, señalaron desde la Secretaría de Culturas y Turismo de Luján, que ofició como anfitriona.
La apuesta cultural también tiene un trasfondo estratégico. China ha intensificado en la última década su presencia en la región no solo a través de inversiones y comercio, sino también mediante la promoción de su soft power: la enseñanza del mandarín, la apertura de Institutos Confucio, festivales, becas y colaboraciones artísticas.
Luján como faro de diversidad
El éxito de esta edición posiciona a Luján como un nuevo nodo de encuentro intercultural, en línea con lo que ya ocurre en ciudades como Buenos Aires, Rosario o Mendoza, donde la comunidad china —una de las colectividades de inmigrantes más activas y antiguas del país— desarrolla una vida social vibrante.
Además de ser una actividad recreativa y familiar, el evento funcionó como una herramienta de educación no formal, acercando a grandes y chicos a la cosmovisión china y fomentando el respeto por la diversidad. En tiempos donde las tensiones geopolíticas ocupan los titulares, gestos como este recuerdan que la cultura sigue siendo uno de los caminos más sólidos hacia el entendimiento mutuo.

