China y la hegemonía del conocimiento en inteligencia artificial: una nueva arquitectura del poder científico-tecnológico global

China se ha posicionado como el principal productor mundial de publicaciones científicas en inteligencia artificial (IA), con un total de 23.695 artículos en 2022. Esta cifra supera a la de Estados Unidos, que alcanzó 19.567 publicaciones, y también sobrepasa el total combinado de la Unión Europea, el Reino Unido y otros actores relevantes del sistema internacional. El dato no es menor: marca un punto de inflexión en la arquitectura del conocimiento global y proyecta una reconfiguración profunda del equilibrio científico-tecnológico del siglo XXI.

El crecimiento de China en este campo no ha sido casual ni espontáneo. Desde 2016, con la inclusión de la IA como prioridad estratégica en su 13.º Plan Quinquenal, el Estado chino ha diseñado una política intensiva y centralizada para el desarrollo de esta tecnología, articulando universidades, institutos de investigación, empresas privadas y estructuras del aparato estatal-militar. Este enfoque se refleja no solo en la financiación directa a centros de investigación y en la creación de “equipos nacionales de IA” asociados a corporaciones como Baidu, Alibaba o Tencent, sino también en el impulso deliberado de una estrategia de military-civil fusion, que permite orientar parte del conocimiento generado hacia objetivos de defensa y seguridad nacional.

La trayectoria de crecimiento ha sido exponencial: en el año 2000, China apenas registraba 671 publicaciones científicas en IA. Dos décadas más tarde, su producción se ha multiplicado por más de treinta, colocándose a la cabeza del mundo. Este avance se sostiene, entre otros factores, en una gran masa crítica de investigadores formados, en el acceso a bases de datos masivas producto de su elevada población conectada y en un ecosistema académico-industrial orientado por una lógica de planificación estatal de largo plazo.

Además, el modelo chino ha demostrado una gran capacidad de articulación entre el sector público y el privado, especialmente a través de alianzas que han potenciado la producción científica conjunta entre universidades y empresas tecnológicas, un factor que ha favorecido tanto la productividad como la aplicabilidad directa del conocimiento generado.

Sin embargo, el liderazgo en volumen no implica automáticamente supremacía en calidad o impacto científico. Diversos estudios han señalado que, si se toman como referencia las publicaciones más citadas a nivel mundial, Estados Unidos sigue manteniendo una ligera ventaja. Mientras China ha priorizado el crecimiento sostenido de su producción, las métricas de citación, la visibilidad en revistas de alto impacto y la influencia sobre los marcos normativos globales todavía presentan márgenes de mejora. Parte de esta brecha podría atribuirse a las características organizativas de los equipos de investigación chinos, que tienden a ser más numerosos, con fuerte presencia institucional, lo que en algunos casos puede limitar la diversidad epistémica o la originalidad rupturista propia de entornos científicos menos jerárquicos.

Desde una perspectiva estratégica, el liderazgo chino en inteligencia artificial debe ser comprendido como una expresión más de su ambición por alcanzar la autosuficiencia tecnológica y disputar el dominio del conocimiento en áreas clave del poder estructural. El control sobre tecnologías emergentes como la IA no solo otorga ventajas competitivas en términos económicos o militares, sino que también habilita capacidad normativa y proyección internacional en términos de influencia ideológica, estandarización técnica y construcción de legitimidad.

El actual contexto global, caracterizado por una creciente rivalidad entre potencias y por la emergencia de conflictos de naturaleza híbrida, convierte a la IA en una herramienta decisiva no solo para el desarrollo económico, sino también para la competencia geopolítica. La posibilidad de integrar modelos de IA en sistemas de comando y control, en plataformas de vigilancia o en procesos de toma de decisiones estratégicas modifica la lógica tradicional del poder y amplía el campo de batalla hacia dominios no convencionales como la cognición, la información y el entorno perceptivo.

En este escenario, la expansión científica china no puede leerse únicamente en términos cuantitativos. Más allá de las cifras, lo que se disputa es la capacidad de modelar el futuro: quién produce el conocimiento, bajo qué lógicas, con qué fines y con qué valores. Mientras las democracias occidentales debaten los límites éticos del desarrollo tecnológico, China avanza con una visión integral, funcional a sus objetivos de autonomía estratégica y proyección global.

Queda por ver si esta supremacía en publicaciones logrará traducirse en una verdadera hegemonía tecnológica, capaz de consolidarse también en el plano cualitativo y normativo. Lo que resulta indiscutible es que el epicentro de la producción científica en inteligencia artificial ya se ha desplazado, y que este movimiento forma parte de una transformación estructural más amplia en el sistema internacional. La disputa por la inteligencia artificial es, en definitiva, una disputa por el liderazgo en la gobernanza del siglo XXI.

Fuente: Reporte Asia

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